viernes, 13 de junio de 2014

LA SANGRE DE LOS DINOSAURIOS...

Los animales de sangre fría, como los reptiles, mantienen su temperatura corporal aprovechando el calor del entorno; en los de sangre caliente, como los mamíferos y las aves, es su metabolismo, su propio organismo, el que se encarga de conservar a nivel adecuado esa temperatura. Sobre los dinosaurios se viene debatiendo el asunto desde hace tiempo porque, si se consideraba tradicionalmente que estarían entre los primeros, los animales de sangre fría o ectotermos, desde hace unos años empezó a ganar terreno la teoría, en principio herética, de que serían de sangre caliente, o endotermos. Ahora unos científicos que han estudiado casi 400 animales (unos extintos y otros actuales) concluyen que esa dicotomía ectotermos/endotermos es demasiado simplista y que los dinosaurios estarían a mitad de camino, con un metabolismo intermedio entre la sangre caliente y la sangre fría, como algunos tiburones, atunes, o grandes tortugas marinas, según afirman en la revista Science, en la que presentan sus resultados.
El asunto es importante porque los animales de sangre caliente son más activos, más energéticos, con un crecimiento rápido, frente a los más dependientes de la energía captada del exterior, de los de sangre fría. Los dinosaurios, señalan John M.Grady (Universidad de Nuevo México en Albuquerque, EE UU) y sus colegas, están más bien entre los mesotermos, animales que pueden aumentar ellos mismos su temperatura corporal, pero no mantenerla siempre al nivel adecuado, explica en Science Michael Balter. La ectotermia, “requiere mucha menos energía del entorno; el animal no se puede alimentar en condiciones de frío y tiene una capacidad limitada de mantener mucha actividad incluso cuando le calienta el Sol”, señala Roger Seymour, zoólogo de la Universidad de Adelaida (Australia), citado por Balter. El enorme tiranosaurio Rex, por ejemplo, necesitaba tales cantidades de alimento para vivir, tanta energía para lograrlo, que como endodermo “probablemente habría muerto de hambre”, señala Grady.
No es tarea fácil determinar qué metabolismo tendrían unos animales que existieron hace millones de años, si regulaban el calor corporal interna o externamente. Y la aportación esencial de Grady y sus colegas es el método que han desarrollado para ello, basado no solo en la tasa de crecimiento anual del animal, que queda reflejado en los huesos y, por tanto, en los fósiles, sino en los patrones de desarrollo corporal a medida que el animal va creciendo desde el nacimiento hasta convertirse en un adulto. La inmensa mayoría de los animales están en la categoría de los energéticos endodermos, de crecimiento rápido y alta tasa de metabolismo, o en la de los ectodermos, con ambos factores bajos. Pero estos científicos han encontrado también un puñado de especies (algunos tiburones, atunes y reptiles como las grandes tortugas marinas) que parecen estar en esa situación intermedia como los dinosaurios, apunta Balter, aunque las tasas de crecimiento de estos varían entre unas especies y otras.
Grady y su equipo conjeturan que la mesotermia habría permitido a los dinosaurios crecer mucho en tamaño con un coste energético comparativamente bajo. Y Robert Eagle, de Caltech (EE UU), apunta que en un planeta más cálido que ahora, tampoco era necesario ser un animal completamente endodermo.
“Los dinosaurios dominaron el flujo de materia y energía en los ecosistemas terrestres durante más de 135 millones de años”, escriben Grady y su equipo en Science. “Por lo tanto, nuestros resultados tienen implicaciones importantes para comprender los antiguos ecosistemas del mesozoico”...
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